viernes, 9 de abril de 2010

EL PATINADOR QUE ROMPIÓ EL HIELO...


En el Staples Center, mágico pabellón donde Kobe y Gasol lideran a los Lakers, un adolescente desaliñado y pelirrojo salta a la pista en busca de una plaza olímpica. Javier se desliza y gira, gira en rizos imposibles ensayados mil veces: su ejercicio de reminiscencias lorquianas le sitúa dos puntos por debajo de la nota del Europeo, no importa, porque sí le da el pasaporte a los Juegos de Invierno de Vancouber 2010.

El madrileño sonríe a su determinación, al futuro y da las gracias. Se acuerda de su hermana Laura, mentora e hilo conductor hacia el patinaje artístico; de Nikolai Morosov, el gran técnico ruso que le ofreció clases gratis y le dio su gran oportunidad; de su pequeño estudio de New Jersey, que apenas puede pagar; del río Hudson, que le entumece los huesos cada mañana de camino al entrenamiento; de García Lorca, porque él se siente como un Poeta en Nueva York y sobretodo; se acuerda de Enriqueta, su madre.

A Javier, hijo de militar y de familia humilde, la vida ya le ha puesto a prueba más de una vez desde que decidió exiliarse a Estados Unidos en busca del éxito. Sin apenas apoyo económico, llegar a fin de mes en tiempos de crisis no resulta fácil y ya ha tenido que renunciar a alguna gira por falta de liquidez. En concreto, Japón y Rusia fueron dos trenes que tuvo que dejar pasar para poder afrontar el alquiler. Mención aparte merece el servicio de inmigración USA. Y tiene gracia porque quién lo ha sufrido en sus carnes sabe a lo que me refiero: se fijaron en él, le tocó la china, todo hacía indicar que... Y acabó encerrado en una habitación y asediado a preguntas. Sólo la intervención de su entrenador pudo sacarle de aquel atolladero. Barras y estrellas, para lo bueno y para lo malo.

El patinador español se queda con lo bueno. El mítico Nicolai Morosov es su técnico, el que afina sus coreografías, sus transiciones, su expresividad corporal. Todavía tiene mucho camino por recorrer y un gran margen de mejora.

Los que le conocen aseguran que es un patinador elegante y masculino, lejos del prototipo afeminado que impera en el circuito, y que posee un talento innato muy difícil de encontrar. Uno de esos casos raros que nacen y no se hacen. ¿Cosas del destino? Más bien parece una cuestión de fe, de determinación y de valentía.


Fuente: eurosport

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